día 4

María, siempre atenta,

 

de las cosas se da cuenta.

 

DIEGO ERNESTO

 

Ideario Mies páginas 24 y 97 del PDF

 

Mi oración se llama «oración del pobre», pero he de

conformarme con hacerla muchas veces cansado, distraído,

quizás dormido. Pero no importa. Aun así, mi oración te

agrada y me hace bien.

Y es bueno que en mis ratos de oración lleve ante ti los

problemas de mis hermanos y te los exponga, como María

en las bodas de Caná. Y de lo que tú me digas, lo llevaré a

los hombres: el consuelo, tu paz y quizás la solución de sus

problemas, que tú me hayas hecho ver en mis ratos de

oración.

 

Si todos somos, de alguna forma, mediadores entre Dios y los

demás, pues tenemos obligación de orar unos por los otros,

María, ¿tú no lo vas a hacer en grado eminentísimo? Así

como intercediste ante tu Hijo para que se hiciese el milagro

de la conversión del agua en vino cuando estuviste en las

bodas de Caná, igualmente continúas haciéndolo siempre,

porque en el cielo nos ves a todos nosotros en tu Hijo.

Si aquí, entre los hombres, nos podemos ver y oír aun a

distancias incalculables por los medios conseguidos por la

audacia del hombre como son la TV, la radio y otros

muchos que aún no se han descubierto, ¿no será mucho más

fácil allá en el cielo, donde todos los habitantes de la patria

celestial nos contemplan a nosotros como si estuvieran

aquí?

María nos ve; María, tú me ves a mí; me ves ahora, me

contemplas y me conoces en profundidad como me conoce

tu Hijo, y me amas y cuidas de mí y te preocupas de todas

mis cosas. Por eso eres «Mediadora», si no de forma

esencial como lo es Cristo, porque es Dios y Hombre

verdadero, sí eres Mediadora, de forma parecida a nosotros

cuando pedimos para conseguir gracias a los hermanos;

pero tú de forma eminentísima, especialísima y, en cuanto

estás más cerca de Dios que nadie, más cerca de Cristo que

ninguna criatura, pues fuiste su Madre, sigues siendo su

Madre y has colaborado con él para la salvación de los

hombres.

 

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