cuento
DÍA 2 - Juan evangelista
LEMA:
Jesús está siempre contigo.
Y tú ¿eres su testigo?
AMISTAD
"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso
para ir a buscarlo".
"Permiso denegado", replicó el oficial. "No quiero que arriesgue usted
su vida por un hombre que probablemente ha muerto".
El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más
tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: "¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he
perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un
cadáver?"
Y el soldado, moribundo, respondió: "¡Claro que sí, señor! Cuando lo
encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: Juan... estaba seguro de
que vendrías".
Había una vez un gusano y un
escarabajo que eran amigos, y pasaban horas y horas hablando. El escarabajo
estaba consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad, tenía una
visibilidad muy restringida y era muy tranquilo comparado con los de su
especie.
El gusano a su vez sabía que su amigo venía de otro ambiente, comía cosas
que le parecían desagradables y era muy acelerado para su estándar de vida,
tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad con el gusano
- ¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano?
"El escarabajo le respondió que el gusano estaba limitado en sus
movimientos."
- ¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto que no le regresaba los saludos
efusivos que el escarabajo le hacía desde lejos?
"El escarabajo tenía conocimiento de la limitada visión del gusano y que
muchas veces ni siquiera sabía que alguien lo saludaba y cuando se daba
cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar el saludo", pero,
calló para no discutir.
Fueron muchas las respuestas que dio y que lo hicieron dudar y cuestionar su
amistad con el gusano.
Finalmente, decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para
esperar que el gusano lo buscara.
Pasó el tiempo y la noticia llegó:
El gusano estaba muriendo, pues su organismo lo traicionaba por tanto
esfuerzo ya que cada día, emprendía el camino para llegar hasta su amigo y
la noche lo obligaba a retornar a su lugar de origen.
El escarabajo decidió ir a verlo sin preguntar a su compañera qué opinaba.
En el camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por saber
qué le había pasado a su amigo.
Le informaron cómo se exponía día a día para ir a donde él se encontraba,
pasando cerca del nido de los pájaros.
Le hicieron saber cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y así
sucesivamente de otros hechos.
Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando pasar a
mejor vida.
Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la vida le daba, le dijo
cuánto le alegraba que se encontrara bien.
Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le
había pasado.
El escarabajo avergonzado de sí mismo, por haber confiado su amistad en
otros oídos que no eran los suyos, había perdido muchas horas de regocijo
que las charlas con su amigo le proporcionaban.
Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan
distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería no tanto
por la especie a la que pertenecía sino porque le ofreció su amistad.
El escarabajo aprendió varias lecciones ese día:
La amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser,
encontrarás el gozo del amigo.
También entendió que el tiempo y la distancia no limitan las amistades,
tampoco las razas o los impedimentos personales.
Pero, lo que más le impactó fue que el tiempo y la distancia no destruyen
una amistad, son las dudas y nuestros temores los que más nos afectan.