El Mies vive en constante estado de misión. Y esto es especialmente importante en el caso de las familias. Debemos hacer de nuestra familia una familia misionera. Se trata de crear un hogar abierto a la evangelización. Los hijos no son una dificultad. Es más, forman plenamente parte de un proyecto familiar misionero. Se nos ha garantizado la felicidad, no la comodidad, y si Él ha llamado, Él dará las fuerzas para llevarlo a cabo. Las familias Mies responden así al llamamiento que nos ha sido hecho: Esta vida tan entregada es la que les pides, Señor, a los casados Mies. Un casado Mies, viviendo el amor en esta plenitud de entrega, aparece como un testimonio fuerte ante los hombres, un testimonio que convence más que todas las predicaciones que podamos hacer y realizar. De aquí que el casado Mies se consagrará en nuestra Asociación a la Iglesia y a ti, Dios mío, porque ¿qué mayor testimonio que un casado viviendo habitualmente en heroísmo? Porque es heroico vivir el amor con el desinterés que un casado Mies debe vivirlo dentro de su hogar y fuera del mismo (Ideario MIES, p. 135).