Para ello hace también falta una clara conciencia eclesial. El lugar de apostolado no es gusto personal o capricho, sino un envío de MIES desde la cual la Iglesia envía y respalda. Esto no va en perjuicio del sentimiento que se ha de tener de que se es apóstol allí donde se esté, pero cualquier presencia evangelizadora adquiere señas de autenticidad cuando es conocida y promovida por la Iglesia.