Es una disponibilidad efectiva y no simplemente una declaración de buena intención, para ir a cualquier lugar donde se sea enviado, desde lo simple de dar una charla o preparar un acto, a lo más complejo de trasladarse a otras localidades o provincias aún dejando trabajo, familia, etc.
Es también una disponibilidad para acoger, que tiene su más singular manifestación en la hospitalidad por razones de fraternidad y apostolado.