SEMBLANZA DE D. ATANASIO MARTÍNEZ BOTIA
En Huéscar, localidad situada en el antiplano de la comarca oscense, en la provincia de Granada, dentro de una sencilla familia cristiana, nació el 24 de enero de 1929, D. Atanasio Martínez Botia. Es el penúltimo de siete hermanos, ya todos fallecidos. Su padre fue relojero y su madre ama de casa, entregada a la educación de sus hijos.
Desde niño participa en las actividades religiosas de la Parroquia Mayor de Santa María de La Encarnación, donde desarrolla un gran amor a la Virgen de la Soledad, Patrona de su pueblo, unido a las también patronas, las santas niñas Alodía y Nunilón, mártires por preservar su fe cristiana.
Un día, su párroco le plantea si no le gustaría ser sacerdote. De momento él no contesta, pero al llegar a su casa lo habla con sus padres y estos le dicen que lo piense y lo decida él. Ahí comienza a fraguarse su vocación sacerdotal, que le lleva a entrar en el Seminario de Toledo, con solo doce años, viviendo con gozo su larga etapa de seminarista. Va a coincidir con quien sería Obispo de nuestra Diócesis, D. Antonio Dorado Soto, dos años más joven que él. Tras completar su formación sacerdotal y los estudios superiores teológicos recibe la Ordenación presbiteral en Toledo, el 4 de abril de 1953.
Su primer destino pastoral va a ser en Tiriez, en la provincia de Albacete. Después es enviado a la Diócesis de Guadix, al pueblo de Castillejar, provincia de Granada, donde estuvo varios años. Posteriormente a Gor y al propio Guadix…hasta que, por motivos de salud y por la escasez de clero de nuestra Diócesis, decide trasladarse a Málaga en septiembre de 1977, siendo acogido por el Obispo D. Ramón Buxarrais, incardinándose nueve años después, en 1986.
Su primer nombramiento es nuestra Diócesis de Málaga es Vicario parroquial de S. Pablo de Málaga, donde pasará tres años. Después será enviado a la parroquia de la Purísima, a la que va a estar vinculado cerca de 35 años, primero como Vicario parroquial en 1980, después como párroco en 1999 y, finalmente, como adscrito en 2011 compartiendo misión con D. Prudencio Jiménez, D. Aurelio Gomollón, D. Francisco Molina y el Padre Mayo.
En 1981 es nombrado Subdelegado Diocesano de Obras Misionales Pontificias, cargo que desempeñará durante 16 años, impulsando las inquietudes misioneras y la atención y ayuda a nuestros misioneros, especialmente a los que desarrollan su actividad pastoral en Venezuela.
Su gran amor a Cristo en la Liturgia y, especialmente, a la Eucaristía le lleva a ser nombrado en dos ocasiones Consiliario de la Adoración Real Perpetua y Universal al Stmo. Sacramento. Contagiará a muchos esa profunda devoción dedicando muchas horas de oración junto al Señor.
El contacto con Misioneros de la Esperanza en las parroquias de S. Pablo y de la Purísima y, según él contaba, la manera de vivir la devoción a María y el cuidado de la vida espiritual, le hace sentirse llamado a incorporarse a Mies y tras una serena reflexión, solicita su vinculación, integrándose en la Comunidad de la Purísima. Él afirmaba que le supuso un enriquecimiento de la vida espiritual y le posibilitó el acompañar a muchos en la dirección espiritual y en la confesión, que cuidaba y fomentaba en todos.
Gran lector y amante de la poesía, su vida va a estar marcada por la entrega incondicional y el servicio a los muchos grupos de su Parroquia (14 indicará él), haciendo realidad el texto que, años atrás, inspirado en la carta a los Filipenses, D. Prudencio Jiménez, benemérito párroco de la Purísima, quiso grabar en el espacio superior del retablo como programa y estilo comunitario de los numerosos grupos y movimientos insertos en la Parroquia “¿Qué más da? Con tal que Cristo sea anunciado”. Es el párroco de todos y va a dedicar muchas horas a acompañar, acoger y confesar a quienes se lo solicitaban. Son incontables los testimonios de personas agradecidas por su cercanía e inestimable ayuda, especialmente, en los momentos más dolorosos de sus vidas.
Atiende, promueve y acompaña a diferentes Comunidades del Camino Neocatecumenal, Grupos de la Legión de María, Renovación Carismática, Movimiento, S. Juan Ávila, Juventudes Marianas Vicencianas, Adoración Nocturna, Adoración Perpetua, Hermandad del Rocío, Equipos de Ntra. Sra., Misioneros de la Esperanza, a las Comunidades Religiosas de las Hijas de Jesús y Hermanas Franciscanas de la Inmaculada en sus respectivos centros educativos y a algunos más que les pedían ayuda y acompañamiento.
Después de su jubilación y con una salud muy deteriorada va a ser cuidado durante ocho años en la casa propiedad del Obispado en calle Martínez de la Rosa. Allí va a recibir el afecto y atenciones de personas generosas que han querido estar a su lado: Lola, Ana, Paco, María del Mar y otras muchas que no es posible nombrar. A todas os agradecemos de corazón vuestra dedicación y cuidados a D. Atanasio.
Al cumplir los 88 años, en el mes de febrero de 2016 se incorpora a la Residencia El Buen Samaritano, aquí en Churriana, donde ya antes había residido su hermana hasta 3 el final de su vida. Va a ser atendido con el cariño y esmero que saben hacerlo el personal de la Residencia y de nuestra Cáritas Diocesana. Pese a ser una persona de carácter recto, tras el periodo de adaptación, con su gran capacidad de trato con los demás y ayudado también por los sacerdotes residentes, se va a sentir querido y muy a gusto, recibiendo muchas visitas de personas de diferentes ámbitos, participando en el día a día de la Casa, colaborando en el servicio pastoral junto a sus hermanos presbíteros, dedicando largos ratos de oración ante el Sagrario y compartiendo la vida con los demás residentes.
Hace unos meses le hicieron varias entrevistas y, al preguntarle si con sus más de noventa años se sentía feliz de ser sacerdote, abriendo su corazón respondía: “¡Perfectamente! Y, con la gracia de Dios, quiero ser fiel hasta el final de mi vida. Si volviera a nacer volvería ser sacerdote. Me siento feliz, antes y ahora, siendo sacerdote en la Iglesia de Dios, viviendo la liturgia, celebrando los sacramentos, entregándome a los demás...” La pasión de mi vida es Dios, es Jesucristo y entregarme por completo a la vida sacerdotal. En las parroquias en las que he estado ha sido una delicia el poder decir me siento feliz. Me ha hecho feliz el encontrarme con gente que se entrega al Señor, que vive para el Señor, que tienen grupos que se entregan a Dios, que hablan de Él, que celebran juntos la Eucaristía, que rezan ante el sagrario... A mí eso me encanta” Terminaba animando a los jóvenes a preguntarse si Dios los estaba llamando a la vocación sacerdotal como el estado más propio de entregarse al Señor y a los demás.
El pasado miércoles recibía la unción de los enfermos y ha vivido estos tres últimos días en un estado de agonía en el que su vida se iba apagando lentamente. Va a morir el día de la Virgen de la Esperanza, en el pórtico de la Navidad. La providencia de Dios ha querido que sea María, a la que él ha amado con tanta ternura, quien le acompañe en su tránsito a la Casa de nuestro buen Padre Dios, donde ya está gozando de la visión plena de ese Niño Dios en el que él fielmente ha creído y esperado.
Querido Atanasio, descansa en paz e intercede por todos nosotros ante el Señor.
Firma: Francisco González Gómez. 19.12.2020