Semblanza de María Becerra Rueda, Maruchi
(19 enero 1944-5 marzo 2020)
Un grupo de mujeres está de visita por los museos de Málaga. Una de ellas enferma súbitamente. Llamada al servicio de ambulancias, preocupación, angustia, desconcierto en el grupo. Maruchi, sin pensarlo, se ofrece para acompañar a la señora en la ambulancia y quedarse en el hospital hasta que llegue la familia. Así era ella, humildad y servicio. Discreta, sencilla, atenta a los detalles, así la recordamos todos.
Junto a su novio, Paco Díaz, entra en MIES en la Parroquia de la Amargura cuando aún era muy joven, en el año 1963. Entregados ya desde entonces a los más desfavorecidos, los dos se incorporan en la Comisión de la Caridad y se dedican a visitar a los enfermos y más necesitados del barrio de la Trinidad, barrio humilde de la ciudad de Málaga.
Maruchi y Paco fueron los primeros Misioneros de la Esperanza que contrajeron matrimonio, un 21 de agosto del año 1966. Su hija Macarena fue también la primera hija de un matrimonio Mies. Después vendrían cuatro hijos más, Jesús, Inma, Pablo y Francisco. Ella se vuelca con dedicación absoluta en el cuidado y educación de sus hijos. Sin tiempo para ella misma, cuida además de quien lo necesite, sus suegros, sus padres, otros enfermos.
La costura es el don estrella de Maruchi, y su pasión. En esa habilidad, callada y constante, expresaba todo su cariño por los demás. Cosía para todos. Cosía para sus hijos, cosió para sus nietos, para las vecinas, para los enfermos. Más de un alba y de un hábito salieron también de sus dedicadas y calladas manos. Uno o dos años antes del fallecimiento de Paco comienza a colaborar como monitora del taller de costura de la Asociación VIVE donde enseña a coser a mujeres emigrantes. Viuda ya, y hasta que enfermó, Maruchi se volcará en esta tarea. Muchos años, casi dos décadas, haciendo bien a las mujeres, con sencillez, sin darse importancia, en zapatillas. Era la primera en participar, en animar. El curso del Taller de Corte y Confección solía terminar con un desfile donde las mujeres mostraban las prendas que se habían hecho. Maruchi se brindaba pronto a desfilar con ellas, se ponía su falda, su blusa, algún tocado, y disfrutaba al máximo, como una más. Se dedicaba a ellas en todo momento, las seguía bien de cerca. Quedaba para ir a Misa, o para pasar la tarde, o las visitaba en sus casas para charlar y coser. Aún le quedaba tiempo para visitar a los enfermos de su Parroquia de la Esperanza, a su hermana también enferma, para estar atenta a las necesidades de sus hermanos de comunidad, de sus hijos y nietos. No paraba en su casa, siempre pendiente de los demás, pero ella no le daba importancia a nada de lo que hacía.
Una mujer austera y humilde que pasó en zapatillas en la comunidad y en su ambiente. Vivió su vocación con sencillez y entrega, siempre disponible. Nunca pensaba en ella misma. Un testimonio como Mies.
Firmado: Comunidad MIES Ntra. Sra. del Pilar