... en el Ministerio: son como pilares que sostienen y mantienen unido el único gran edificio de la Iglesia. Dondequiera que vayamos, incluso en la parroquia más pequeña, en el último rincón de la tierra, allí está la Iglesia única; estamos en casa, estamos en familia, estamos entre hermanos y hermanas. Y esto, ¡es un gran regalo de Dios! La Iglesia es una sola para todos. No hay una iglesia para los europeos, una para los africanos, una para los americanos, una para los asiáticos, una para los que viven en Oceanía, no, es la misma en todas partes. Es como en una gran familia: se puede estar lejos, disperso por el mundo, pero los profundos lazos que unen a todos los miembros de la familia permanecen sólidos cualquiera que sea la distancia. Pienso, por ejemplo, la experiencia de la JMJ en Río de Janeiro: en esa inmensa multitud de jóvenes en la playa de Copacabana, se oía hablar muchos idiomas, se veían rasgos faciales muy diferentes entre sí, se encontraron diferentes culturas, sin embargo, había una profunda unidad, se formaba una única Iglesia, estaban y se sentían unidos. Preguntémonos todos: Yo como católico, ¿siento esta unidad? Yo como católico, ¿vivo esta unidad de la Iglesia? ¿O, no me interesa, porque estoy encerrado en mi pequeño grupo o en mí mismo? ¿Soy de los que "privatizan" la Iglesia para el propio grupo, nación, amigos? Es triste encontrar una Iglesia "privatizada" por este egoísmo y esta falta de fe. ¡Es triste!
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