DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR-B (28 marzo 2021)
Pasión según Marcos
A este domingo lo llamamos “de ramos”, pero es muy importante añadirle “en la
pasión del Señor”. Es domingo de “ramos” y “pasiones”.
Al comenzar la eucaristía rememoramos la entrada de Jesús en Jerusalén. La
gente lo aclama, lo acoge, lo recibe con palmas, ramos de olivo e improvisando la
alfombra que pisa a su paso. Todo ello suena a eficacia y triunfo. Pero en breve los ramos
desaparecen y comienza el relato de la pasión, que es la antítesis de lo anterior. En él se
masca el rechazo y el fracaso. Pero Jesús, en expresión de San Juan de la Cruz, “ni
coge las flores ni teme a las fieras”; ni se entretiene con los ramos, ni lo frenan las
pasiones. Él vive con realismo el triunfo y con lucidez y fortaleza el fracaso.
“Ramos” y “pasiones” son dos elementos consustanciales a la vida. Es como si
Jesús, contemplándolo en este domingo, nos enseñara a vivir la vida en lo que tiene de
cruz y de gloria. Muchas veces nos centramos sólo en uno de los aspectos y nos
polarizamos. Y así, podemos convertirnos en hombres y mujeres de “ramillete”
pasándonos la vida compitiendo, pero sólo cuando nos sabemos ganadores; o
dependiendo de los buenos resultados en todo sin ser capaz de aguantar las
frustraciones; o tolerando sólo a los que te ofrecen ramos; y obsesionados con ser
floreros vistosos. Otras, sin embargo, nos hacemos “adictos a la pasión” y nos
transformamos en seres necrófilos, rígidos en la responsabilidad y el control; u optando
por construirnos desde nuestras zonas oscuras; o poniendo la norma y la idea por
encima de las personas y al servicio de la búsqueda de seguridades; o dispuestos a la
entrega total pero sin entrañas de misericordia.
Hoy, contemplando a Jesús, se nos invita a integrar “ramos” y “pasiones” en una
misma celebración y en una misma vida. Lo central en Jesús es vivir con absoluta
fidelidad a la misión encomendada. Buscando ese objetivo le sobrevienen momentos de
ramos y momentos de pasión. Unos, los de ramos, los vive con mucho realismo, no se
extasía en ellos, ni fantasea, ni alimenta deseos megalómanos. Otros, los de pasión, los
afronta con sentido, con capacidad de aguante, permaneciendo en la noche y en la
dificultad, afrontando la frustración y el fracaso desde convicciones más profundas.
La vida es como un “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”. Tiene el sabor
dulce y amargo del haroset y las hierbas amargas de la pascua judía. Lo que nos sostiene
y guía es tener un norte, un sentido, un porqué. Algo que sostenga nuestra vida desde el
hondón de ella, no desde los niveles más superficiales. Algo que dé sentido a las
pasiones: desde las más triviales a las más grandes; desde el esfuerzo por levantarse y
enfrentarse a la repetición del monótono cotidiano hasta la de soportar la pesada cruz de
la contrariedad. Es tener la sensatez necesaria para no instalarnos fantasiosamente
cuando todo nos vaya bien; para no emborracharnos de triunfo o vivir desde nuestras
ensoñaciones de grandeza.
En el mundo de la imagen hay dos que se convierten en icónicas: un pollino y una
cruz. Son dos catequesis de cómo afrontar las “glorias” de la vida y las “cruces” de la
existencia. Cuando toque la gloria, vivirlas con la sensatez y el realismo del que cabalga
en una borrica. Cuando toque la cruz, encararla como el que está clavado en ella. Jesús,
amigo, hermano, compañero y, siempre, maestro.