HOMILÍA SOLEMNIDAD MARÍA MADRE DE DIOS (1 enero 2023)
Lc 2, 16-21
Hoy nos encontramos en el primer día del año y celebramos la solemnidad
litúrgica de María, Madre de Dios. En este marco vivimos también la Jornada Mundial de
Oración por la Paz que, en esta ocasión, tiene como lema: “Nadie puede salvarse solo.
Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz”. Y muchos de
nosotros seguro que nos hemos comido las uvas con las campanadas de la tele. A cada
cual le gusta un tipo de uvas: las de piel más fina y menos dulces o las dulzonas con piel
áspera. ¿Las has comido? ¿Cuál de ellas? En el evangelio de hoy se nos dice que María
también ingería y hacía la digestión. Además de comer, “conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón”. Junto a ella vamos a comernos doce “uvas” en forma de
deseos, ideas o preguntas. Algunas nos sabrán dulces y otras ásperas. Pero para
digerirlas y que alimenten deben ser mantenidas en el corazón para meditarlas
desarmada y contemplativamente. Comienzan las campanadas.
La primera campanada nos trae una uva con sabor existencial: esta vida que vivo,
¿la estoy viviendo con intensidad? ¿Asumo mi vida tal como, llamando las cosas por su
nombre, acogiendo lo que no me gusta y dando gracias por todo? ¿O estoy muerto
aunque esté sano, gastando las fuerzas en la queja, la pasividad y el negativismo?
La segunda uva tiene un sabor “gracioso”. Me invita a vivir este año valorando lo
que tengo, soy y hago. Es vivir prestando atención a los detalles de la vida. Es
asombrarse por lo que normalmente no prestamos atención: el café de la mañana, la
vecina con la que me encuentro, el ratito de sofá...
Tercera campanada. Esta uva suele tener un sabor áspero. Y es porque parece
que nos obliga a mirar más allá de nosotros mismos. Es afrontar el año mirando un poco
más allá de mi ombligo, de mi barrio, de mi país, de mi parroquia, de mi cultura, de mi
tendencia sexual, de mis ideas.
La cuarta uva es la del “autocuidado”. Es introducir en nuestra vida este año lo
bueno para nosotros, que no siempre es lo que se nos apetece o lo fácil. Es introducir
con realismo ese momento de oración con la Palabra de Dios que siempre está
pendiente, o la conversación con la pareja, o el ejercicio físico adecuado a mis
posibilidades. El no maltratarme por lo que siento o la imagen que tengo de mí.
Ya suena la quinta campanada. Esta trae la uva de la fe. Es la disposición a vivir
contando con Dios en todos los aspectos de la vida. A poner sabor evangélico en todo lo
que hago. Es comenzar a vivir la fe sin esperar de esta la claridad que deseo.
Le sigue la sexta que va en el mismo racimo, la de la esperanza: que tiene un
pariente cercano que se llama realismo. Y es mirar la realidad tal como es, sin refugiarse
en la fantasía ni en el pesimismo.
La séptima nos la imaginamos, la caridad. Vamos a comenzar por lo más básico
de ella que es la amabilidad. Es vivir regalando un gesto, una palabra, una mirada
amables.La octava campanada nos trae recuerdos de esos lugares donde hay guerra. Y su
uva es la del perdón. Es el estar en disposición de perdonar a los pequeños enemigos de
nuestras pequeñas guerras: ¿mi marido o mi mujer? ¿La hermana de comunidad?
¿Alguien que piensas que te traicionó?
La novena uva nos habla de un reglo raro que podemos hacernos este año: el
cuidado de los otros. Es ayudarnos a superar nuestra dificultad considerando y
ocupándonos de la de los demás.
Van quedando menos, la décima campanada. Esta tiene un sabor fuerte, sabe a
soledad. Es saber vivir lo mejor posible la soledad cuando la elijo o se me impone. Es ser
buena compañía de los que estén solos. Es entender que solos se llega antes, pero junto
a los otros llegamos más lejos.
La undécima uva nos trae el deseo de tener la sabiduría de darle el valor real que
tiene cada cosa: ¿de verdad que merece la pena enfadarse tanto por eso? ¿En serio que
vas a dejar de invertir tiempo en tus hijos por esto? ¿Vas a dejar de hacer tal cosa por
miedo a tener menos seguridades?
La duodécima y última campanada nos regala la uva del humor. No de ese humor
que puedo usar como máscara para encubrir la verdad, sino el que mira con realismo
responsable y sabe reírse un poco de sí mismo y de sus cosas