HOMILÍA JUEVES SANTO-B (1 abril 2021)
Jn 13, 1-15
El Jueves Santo nos suena a “Monumento” y a “Lavatorio de los Pies”.
El Monumento resalta la eucaristía. En la Última Cena convierte en sacramento lo que iba
a acontecer: Cuerpo Entregado y Sangre Derramada. Por eso, “cada vez que comemos
de este pan y bebemos de este cáliz anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas”.
La Eucaristía todo lo convierte en “eucaristía”. Todo se transforma en una gran forma
consagrada en la que Dios se hace presente en el corazón de la materia. También nos
“eucaristiza” a nosotros convirtiéndonos en “presencia donante”.
El “Lavatorio” nos suena a servicio. Fue un gesto contracultural de un Jesús alternativo.
Un gesto que explicaba las entrañas misericordiosas de Dios, los modos de actuación de
Jesús y la propuesta de vida que se nos hace. Un lavatorio que llevó al extremo del
servicio: su muerte por nosotros.
Jueves santo es un estilo de vida, una propuesta de estar entregándose desde el
servicio. De estar con consciencia, dándome cuenta, enterándome de dónde vivo, con
quién vivo, de aquello que le afecta a la gente con la que vivo, de cuáles son los
mecanismos que rigen este mundo. ¿Me entero de lo que pasa allí donde estoy?
Enterándome de mí mismo, de los sentimientos que fluyen en mi interior, de mis
fortalezas y debilidades, de mis verdaderas motivaciones. Enterándome de qué voy por la
vida y cuáles son las opciones reales que he tomado.
Jueves Santo es una propuesta de estar “entregándome”. Es lo contrario a
autorreferenciarse, a vivir encorvado sobre sí mismo, cerrado al tú, guardándose la vida.
Es un día para entender que la entrega no es una buena obra, sino condición para crecer.
Pero sólo podemos entregarnos si alguien antes se nos ha entregado. Sólo el amor nos
puede convencer que estamos hechos para amar: que el yo no existe sin el tú, que es
mejor descentrarse que autorreferenciarse, que lo que no se da se pierde, que la vida es
fructífera cuando se entrega.
Jueves Santo es una propuesta de estar entregándose “en el servicio”. Es un ejemplo de
cómo concretar los grandes ideales, el antivirus de la idealización, es la fe concretada en
obras en el aquí y el ahora, en sacramentos del amor extremado. Para ello necesitamos,
en primer lugar, “quitarnos el manto”, despojarnos de todas las estructuras internas y
externas que sean un impedimento. Para servir tenemos que desprendernos y
aligerarnos. En segundo lugar, “ceñirnos la toalla”. ¿De qué tenemos que hacernos para
ser serviciales? ¿Cómo tendrían que ser nuestras estructuras para prestar un servicio?
¿Qué planteamientos hemos de cultivar para poder hacerlo? Y, en tercer lugar, culminar
“lavando los pies”. Es la acción concreta que tiene niveles, que nos reclama tener la
mirada puesta en lo universal y los pies en lo local, aunando la buena voluntad con la
mejor de las políticas. Y siempre a los pies de nuestras sociedades, que son las periferias
donde viven los descartables.