HOMILÍA DOMINGO XXVIII T.O-B (10 octubre 2021)
Mc 10, 17-30
En esto de la informática los progresos son muy rápidos. En lo que se refiere a los
juegos electrónicos yo me quedé en que tenías que ir superando una serie de niveles, de
pantallas para poder llegar al final del juego. Todos los usuarios disfrutábamos del
entretenimiento, pero no todos estábamos en la misma pantalla. Los que más avanzaban
siempre eran los que más jugaban, los que más se implicaban. Con el perdón de Santa
Teresa se me venía a la mente Las Moradas. Ella imaginaba el alma como un diamante en
forma de castillo. El castillo tiene siete estancias y la vida espiritual es un proceso que te
va llevando hacia las habitaciones más internas donde está la íntima comunión con Dios.
Todos los cristianos estamos en el castillo, pero cada uno ha puesto su campamento
base en una de las Moradas. Son muchos los que muestran deseos, pero llegados a un
límite se paran. Sienten necesidad de que la vida no se les desconcierte mucho; reman
mar adentro pero quieren tener la costa cerca. ¿Podrías poner un ejemplo? Claro, el
personaje del evangelio que nos toca este domingo. Esta persona se acerca a Jesús
corriendo y le pregunta angustiado: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?”. Jesús le responde intuyendo el conflicto interno que vive. Le recuerda los
mandamientos con la certeza de que él ya sabe eso. De hecho, los vive desde pequeño.
Pero lo que está en cuestión no es “salvarse”, con todo lo absolutamente importante que
es, sino pasar de nivel, de pantalla, de Morada en esto del seguimiento. Y mirándolo con
mucho cariño, ofreciéndole con amor lo que sólo su libertad puede elegir, le muestra el
camino: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así
tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Pero se marchó triste, porque deseando
seguirle eligió sus riquezas.
Lo que nos plantea este evangelio no es si vamos a ir o no al cielo, sino hasta
dónde vamos a llegar en eso de ir tras Jesús. Del juego electrónico todos participamos,
pero ¿en qué nivel o pantalla nos encontramos? En el castillo interior vivimos, pero ¿en
qué Morada hemos puesto la habitación? Según nos dice el evangelio hay algo que
lastra mucho: las riquezas. Las “riquezas” son el dinero y los bienes materiales, pero
también todo lo que acumulamos, idolatramos y no queremos compartir. Riqueza
también puede ser “tiempo”, “comodidad”, etc. Al parecer, para progresar en eso del
seguimiento necesitamos ir ligeritos de equipaje. Es como el montañero que mira la cima,
contempla su mochila, elige subir y decide vender lo que le impide la escalada. Porque
hay cumbres que solo se escalan sin macuto. “Vender” es la actitud que te lleva a no
idolatrar a nada ni a nadie que te dificulte vivir el evangelio. Y se experimenta como
renuncia, como sentirse desposeído de algo que atrae. Pero al “vender” le sigue el “dar”,
que nos lleva a dejar el centro para poner en él a los otros y al Otro. Esto se nos antoja
imposible, ¿verdad? Tan difícil como que “un camello entre por el ojo de una aguja”. Pero
vivamos de confianza, “Dios lo puede todo”. La pequeña gran doctora de la Iglesia,
Teresa del Niño Jesús, hablaba de la “doctrina de los deseos”. Y ponía el ejemplo de ese
niño pequeño que quería subir la escalera, pero no podía. Su deseo era tan grande que lo
intentaba una y otra vez; hasta que su padre, viendo la lucha que tenía, bajó, lo recogió y
lo llevó hasta el tramo final de la escalera. A nosotros sólo nos queda poner las
condiciones que hagan posible nuestro progreso en el seguimiento. De las muchas cosas
que pudiéramos hacer es recuperar a los testigos, a esos y esas que con sus vidas nos
dicen que cuando uno sigue a Jesús el céntuplo está en el mismo seguimiento. Y así
orando y luchando podemos confiar que Alguien nos pase la pantalla, nos conduzca a
otro nivel o nos diga: “¡Vamos, que tras las terceras Moradas hay vida!”.