HOMILÍA DOMINGO XII T.O-B (20 junio 2021)
Mc 4, 35-40
Hoy el evangelio nos habla de una barca y de un huracán que la amenaza seriamente; de
uno que duerme mientras que otros, llenos de miedo, no pueden creer que se tenga tanta
tranquilidad en tales momentos; de cómo este calma las aguas y les cuestiona sobre la
fe; y de cómo los otros se preguntan si conocen realmente a aquel hombre. Sin duda, es
un relato hermoso. Pero, ¿qué puede decirnos a nosotros?
Todos tenemos una barca; es posible que incluso seamos propietarios de una pequeña
flota. La barca representa todas esas realidades en la vida que nos resultan significativas,
todas aquellas que significan lo suficiente como para temer perderlas. Barca es la vida, la
salud, los ahorros, la familia, la pareja, el trabajo, la comunidad, la Iglesia, el compromiso
apostólico… En definitiva, barca es todo aquello que me importa, puesto que lo que me
da igual no me apena ni temo perderlo.
Y ya sabemos cómo es el mar, en ocasiones nos ofrece marejada y en otras marejadilla,
tan pronto es una balsa de aceite como que se convierte en una superficie embravecida
donde rompen violentamente las olas. Quizás estéis viviendo situaciones que amenacen
esa barca que tanto necesitáis. Es probable que esa ola violenta sea la enfermedad que
haga zozobrar la salud, la angustia que perturbe la paz interior, el ERTE que golpee la
estabilidad económica, el divorcio que impacte en la línea de flotación de la seguridad
afectiva, la indiferencia que haga imposible el trabajo apostólico… Y así podríamos seguir
y seguir. ¿Cuál es la ola que hoy por hoy hace zozobrar tu barca?
Y como creyentes decimos que con nosotros siempre viene Jesús. Y eso no lo ponemos
nunca en entredicho. Pero lo que no entendemos es la actitud que adopta en ocasiones.
Cuando peor nos va es como si no estuviera; como si le diera igual lo que nos ocurre
porque parece que ni dice nada, ni hace nada. Está como dormido y desentendido de
esa situación que tanto miedo nos provoca. Y con el tiempo surge la queja, el reproche,
la pregunta inquisitiva: “¿No te importa que nos hundamos?”. Es como si temiéramos
que Dios nos dejara solos e indefensos ante las garras de la vida.
Como al final del túnel siempre hay luz; como no hay mal que cien años dure, ni cuerpo
que lo aguante; cuando la tempestad se ha calmado Jesús puede preguntarnos: “¿Por
qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Y nosotros respondernos con preguntas:
"Pero, ¿quién es éste?”. Porque lo que realmente nos hace crecer son las preguntas que
nacen de los desconciertos: ¿Dios nos acompaña en la vida? ¿Realmente está en lo que
nos ocurre? ¿Cómo puede permitir lo que me ha pasado? ¿De qué manera actúa?
Preguntas, preguntas y más preguntas. Y ante ellas nos cabe mantenerlas y,
humildemente, ensayar borradores de respuestas.
Jesús no podía tener nada contra algo que él mismo experimentó: el miedo. Cuando le
tocó otras tempestades bien que lo padeció. Pero a eso no lo llamó ni cobardía, ni falta
de fe. Por tanto, la cuestión no estaba en el miedo, sino en cómo vivir esas situaciones
que lo aterraban. Él experimentó que su Padre estaba en ellas como él, que estando en
popa, estaba dormido. En los momentos de zarandeo existencial pudo experimentar el
silencio de Dios y su aparente ausencia, pero su reacción fue de una profunda novedad:
ante ese Dios que parecía dormido ante el drama que vivía respondió con confianza y
abandono. Una confianza y abandono que nacían de la convicción del poder de las entrañas misericordiosas de Dios. Un poder que no se amoldaba a los deseos del ser
humano, sino que siempre actuaba a través de lo que ocurriría. Su confianza le hacía
abandonarse, cuando no cabía más que hacer, al poder destructor de la ola sabiendo
que incluso del mal más profundo ya está brotando una promesa de bien.
En el evangelio de hoy aparecen cuatro preguntas: “Maestro, ¿no te importa que nos
hundamos?”, “¿Por qué sois tan cobardes?”, “¿Aún no tenéis fe?”, "Pero, ¿quién es
éste?”. Quizás, más que responderlas, sería interesante que nos hiciéramos otra:
“Después de este evangelio, ¿qué te preguntas?