HOMILÍA DOMINGO IV ADVIENTO-A (18 diciembre 2022)
Mt 1, 18-24
Para adentrarnos en el mensaje que la Palabra nos ofrece en este domingo os
invito a que os imaginéis en una visita a un museo. El guía o la guía os sitúa frente a un
cuadro muy hermoso y comenta que os lo va a explicar en tres partes: en primer lugar, os
ofrecerá información sobre el marco en el que se sitúa la obra de arte; después pasará a
hablaros de la pintura en sí misma; y terminará invitándoos a que reflexionéis sobre cómo
esa pintura puede iluminar vuestra vida. Pues bien, esa obra de arte pictórica son las
lecturas bíblicas de la liturgia dominical y un servidor de ustedes el guía. ¿Comenzamos?
El marco histórico en el que fueron escritos estos textos puede situarnos
correctamente para poder entenderlos en su contexto. La lectura del profeta Isaías se
escribió muchos siglos antes del nacimiento de Jesús. En aquellos tiempos, como ahora,
se daban los juegos de poder geopolíticos. El rey Acaz se vio hostigado por los reyes de
Siria y Efraim. Para salir del aprieto pidió ayuda a Asiria. Cuando el profeta Isaías le invita
a pedir un signo a Dios, Acaz se excusa diciendo que no, que mejor no cansarlo. Y es
cuando el profeta dirá una frase que marcará la fe en la venida del Mesías del pueblo
judío: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso
a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta
y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
En aquellos tiempos, claro, no se pensaba en María y en Jesús. Pero fueron pasando los
siglos y los siglos hasta llegar a los primeros tiempos de nuestra era cristiana. Los
primeros cristianos le decían a los judíos que el Mesías ya había llegado, que no había
que esperar más. Y estos les recordaban a los cristianos que el Mesías tendría que venir
de «una virgen encinta». Y desde los primeros momentos de la «Iglesia Naciente»
comenzó a extenderse el relato que Mateo recoge en su evangelio.
Después de haber iniciado al visitante del museo en la riqueza del marco, vamos a
fijarnos en la pintura. ¡Fantástica! María embarazada por obra del Espíritu. José, después
de encajar la noticia, decide apartarse para que prosiga sin él el plan de salvación. Pero
en un sueño recibe un mensaje. Se le dice que no tenga «reparo», «miedo en acoger a
María». Y cuando despierta, solo basándose en lo difuso de un sueño, toma una decisión
que le va a condicionar drásticamente su vida.
Contemplado el marco y la pintura, ¿qué puede decirnos a nuestra vida de fe? Yo
apuntaría tres cuestiones. La primera, es curioso que José tiene que tomar una decisión
en el marco de un sueño. Cierto es que el «sueño» en muchas culturas y situaciones ha
sido lugar de revelación. Pero el «sueño» siempre es algo difuso e inconsistente, no tiene
la fuerza categórica de la prueba empírica. Es como si tuvieras que tomar impulso
apoyándote en el agua. Así es la experiencia de fe, es caminar sobre líquido, es renunciar
a la solidez de los fundamentos. Lo más a lo que podemos aspirar es que podría ser
plausible tomar una decisión aunque sea basada en lo difuso y confuso de un sueño.
Lo segundo: a José se le dice que no tenga «reparo», «miedo» en acoger a María.
El «reparo-miedo» siempre ha tenido mala prensa en nuestros ambientes creyentes.
Normalmente ha sido catalogado como algo malo, fruto de la poca fe o de la falta de
oración. De esta manera lo hemos condenado a vivir reprimido en nuestro inconsciente.
Y allí se ha ido alimentando hasta que, hecho un monstruo descomunal, ha dado la cara.
Pero el «reparo-miedo» es un whastapp, un correo electrónico, un cartero que nos hablade realidades más profundas. Esas realidades profundas piden de nosotros ser
conscienciadas, nombradas, atendidas y cuidadas. Porque solo así podrán ser
trascendidas. Solo cuidando al «reparo-miedo» podré despedirme de él para que me deje
tomar la decisión a la que apuntan mis valores elegidos.
Lo tercero y último: José y María creyeron, confiaron y se abandonaron. Pero la
confianza es una moneda que siempre tiene otra cara. Confiar y actuar van de la mano.
Ellos confiaron y se movilizaron. Ella dijo: «Hágase»; él la «recibió en su casa». Confiar es
dar un paso adelante, es tomar esa decisión que está pendiente. La confianza o es
práctica o no es confianza. José, en lo débil de un sueño, confío y tomó una decisión que
le cambió la vida radicalmente.
María y José, José y María, ¡qué grandes! Y nosotros siempre aprendiendo a ser
creyentes como ellos.