HOMILÍA DOMINGO VI T.O-C (13 febrero 2022)
Lucas 6,17.20-26
El lenguaje es un misterio que alcanza significados ocultos e infinitos. Decimos cosas,
pero ¿qué decimos con lo que decimos? O, lo que decimos, ¿qué dice de nosotros
mismos? ¿Y si con estas preguntas fuéramos a leer el evangelio de este domingo? ¿Qué
quiere decir Jesús declarando felices a los pobres o desgraciados a los ricos? ¿Qué
dicen estas palabras de Jesús?
Dicen que Jesús es un pobre sostenido por la confianza del que vive en esperanza. Él es
un pobretón itinerante que no tiene donde caerse muerto; aceptado por algunos y
rechazado por muchos. Sabe lo que es pasar necesidad, llorar y sufrir la persecución de
la crítica. Pero vive desde una fortaleza inexpugnable con apariencia de debilidad
absoluta. Cree en un futuro que parece inimaginable donde el hambriento quedará
saciado y el saciado pasará hambre. Vive su realidad con tal esperanza que no le impiden
soñar ni los fracasos ni las dificultades. Su realismo es tan esperanzado que puede sentir
la incomodidad de la carencia y la alegría de la vida.
¿Qué nos dicen, por tanto, estas palabras del evangelio? Pues depende del contexto
desde el que las proclamemos. ¿Qué le dirá a un cristiano senegalés que se va a jugar la
vida para venir al continente de los que le han robado su pesca? ¿O qué dirá al creyente
que se deja interpelar por la palabra pero vive una vida apacible y asegurada? ¿Qué dirá
al que se juega la vida por ir a Misa? ¿O qué al que simplemente no va por pereza?