HOMILÍA DOMINGO II T.O-B (17 enero 2020)
Jn 1, 35-42
Lo mismo hubiera podido tener una vida cómoda en medio de la dificultad; ser un
ciudadano de su tiempo intentando vivir y sobrevivir en las circunstancias que le tocó.
Pero no, fue un alma inquieta. No podía dejar de mirar el mundo en el que vivía; sufría la
ruptura que percibía en él; vivía con la esperanza de algo nuevo; y preparaba el camino
con la invitación a un cambio profundo del corazón. Le llamaban el Bautista. Se le veía
mucho en el Jordán bautizando a los que acogían su mensaje de conversión. Incluso
llegó a tener discípulos. Era un tipo curioso. Íntegro en todo, sabía trascenderse en
beneficio de lo que consideraba absoluto. Un día vio a Jesús. Tuvo una convicción
profunda: era él el enviado, el que vendría a salvar al mundo como siervo paciente, como
cordero. Y como si fuera lo normal y lo más fácil dejó ir a sus discípulos. Estos tenían la
misma inquietud que Juan. Algo les movía a no vivir como los demás. Jesús les hace una
pregunta: “¿Qué buscáis?”. Quizás la pregunta que ellos mismos se hacían. Fueron con
él, vieron su vida, estuvieron a su lado. Les impactó. Nunca olvidarían esa jornada, ni
siquiera la hora. Tan entusiasmados estaban que Andrés fue a contárselo a su hermano
Simón, otro espíritu inquieto. Lo suyo fue arrollador. Lo vio, entró en su vida, le cambió el
nombre y le dio una misión.
Historias de... ¿inconformistas? ¿inadaptados? ¿buscadores? ¿llamados?
¿seducidos? Otra de estas historias es la de Samuel. Desde muy pequeñito su madre lo
dejó a cargo de Elí. Vivía en el templo, recibió una seria instrucción religiosa, pero no
conocía al Señor. Hasta que éste se le manifestó a la manera de Dios, de forma
trascendentemente misteriosa. Oía su llamada, pero no sabía interpretarla. Después de
muchos intentos el anciano maestro le ayudó a discernir. Después de mucho tiempo
frecuentando lo religioso se encontró con el Señor, que le trastocó y complicó la vida.
¿Gente rara? Puede, porque todos somos un poco raros. Eran personas
estadísticamente poco frecuentes. Pero eso sigue ocurriendo, ¿no? Las estadísticas
señalan que el mundo está lleno de personas que nacen, crecen, se reproducen en
ocasiones y mueren. Estadísticamente son numerosos los que han vivido con sordina sus
deseos, sus anhelos, sus búsquedas. Ante la pregunta de Jesús: “¿Qué buscáis?”,
pudieran responder que algo de cariño, que no falte el pan, desahogo para alguna alegria
y buena salud.
Siguen siendo estadísticamente poco relevantes los buscadores, aquellos que le
han abierto una pequeña rendija al Misterio. Son raros los que gustan del pan, la salud y
el cariño pero que desean más. Los que incluso estarían dispuestos a relativizar la
seguridad de lo básico por ir en pos de la inseguridad de la plenitud. Son nómadas en
medio de sedentarios; sedientos de algo que saben que tienen que encontrar fuera de
ellos mismos; personas preocupadas por lo que se vive más allá de las paredes de sus
casas.
Como Samuel hemos podido vivir mucho tiempo frecuentando lo religioso. No es
suficiente. Quizás en la noche se te invita a escuchar esa voz que suena desde lo
profundo de ti, de tu vida y del mundo. Se te invita a levantarte, a responder, a ir, a ver, a
pasar una jornada con Jesús; a gustar sus modos, sus sentimientos, sus ideas. Sólo el
que va y ve podrá recordar ese día y hora que comenzó a atisbar lo que tanto anhelaba y buscaba.