Queridos aspirantes a Misioneros de la Esperanza de Chad. El tema de hoy es “El Mies trabaja activamente por la paz y vive la no-violencia evangélica”.
Precisamente viene muy bien para tenerlo en cuenta ante la situación de gravedad social y política con peligro de confrontación bélica que vive vuestro país.
Al comienzo de la reunión debemos compartir la Lectura Bíblica. Mt 5, 38-48. ¿Es posible vivir según propone este texto? La no-violencia es una actitud evangélica que sólo se entiende si se aceptan las enseñanzas de Jesús con madurez y radicalidad.
En el carisma Mies la no-violencia evangélica es sumamente importante Es el único camino para trabajar por la liberación integral de las personas, que es nuestro 4º fin.
Los problemas de la violencia en el mundo de hoy son terribles. Todos podemos intuir la importancia de la paz, que se construye siempre desde actitudes no-violentas, pero trabajando por la justicia social.
En nuestras vidas debemos cultivar las actitudes de vivir en paz y construyendo un mundo de paz. Debemos comprometernos en el trabajo por la paz y la no-violencia.
Hay que vencer aquellas actitudes que se oponen a la verdadera paz, tanto a la que se enfrenta a la paz interior, íntima y personal como a la que se enfrenta a la paz en el entorno próximo y en el mundo.
La paz, que es fruto de la justicia, no es fácil alcanzarla si no es con mucho esfuerzo y renuncia, tanto en el nivel de lo personal como en el mundo. El trabajo por la paz no consiste en mantener una actitud pasiva ante el mal, sino que, a partir de la doctrina de la no-violencia evangélica, el cristiano es interpelado a vivir con una actitud activa para erradicar la guerra y todo cuanto pueda llevar directa o indirectamente a ella.
Sólo los mansos y los pacíficos (pacificadores) tienen merecida las bienaventuranzas y la felicidad anunciadas por Jesús de Nazaret, príncipe de la paz.
El Mies, en su trabajo por la liberación integral de las personas, sólo practica actitudes de no-violencia. Debemos ser sembradores de paz.
Todos debemos hacer un esfuerzo por no tener mal genio y no gritar a nadie. Revisarlo en nuestra oración de cada noche.