HOMILÍA DOMINGO XVI T.O-B (18 JULIO 2021)
MC 6, 30-34
Quizás, en alguna ocasión, hayáis jugado a ver formas en las nubes. Y alguien,
donde vosotros no veíais más que una nube, os ayudó a descubrir un elefante. O también
es probable que hayáis tenido la experiencia de estar contemplando un cuadro que,
pareciéndoos hermoso, no dejaba de ser un cuadro. Pero, como sin querer, escuchabais
al guía del grupo de al lado que les invitaba a poner atención en el haz de luz que entraba
por la ventana, o en la expresión facial de esa figura que aparecía en segundo plano. Y lo
que era una cuadro, como otros tantos, se convirtió en una obra significativa. Pues eso
es lo que vamos a intentar ahora, contemplar la escena evangélica pero poniendo
especial atención en un aspecto concreto. ¿Cuál? Todo a su debido momento.
Los apóstoles han regresado de su experiencia misionera. Jesús quiere conversar
con ellos, pero la gente era tanta que no tenían tiempo ni para comer. Como quería
buscar un espacio tranquilo para poder compartir se montan en la barca para pasar a la
otra orilla. Pero la gente se da cuenta y por tierra se van corriendo hacia donde piensan
desembarcar. Y, cuando lo hacen, allí están. Jesús los mira y siente compasión por ellos
porque veía que estaban tan perdidos como las ovejas que no tienen pastor. Y decide
que la prioridad ahora estaba en atenderlos. Por eso cambia los planes y se puso a
enseñarles lo que necesitaban.
Con el cuadro por delante ahora vamos a mirarlo pero poniendo especial atención
en los detalles de cuidado. Y se nos resaltan especialmente dos. El primero es cuando
Jesús tiene la delicadeza de hacerse cargo de la necesidad de los apóstoles y desea
para ellos un lugar tranquilo donde pudieran descansar. El segundo es cuando al
desembarcar mira a los que tiene por delante y siente compasión por la situación en la
que se encuentran. Y se hace tanto cargo de ello que posterga sus planes para
enseñarles con calma. Por cuidar de muchos aplaza, de momento, el cuidado de unos
pocos.
En la escena evangélica hoy hemos puesto especial atención en las pinceladas de
cuidado. Y lo hacemos para considerar qué sería vivir en “modo cuidado”. Cuidar, dice el
diccionario, es poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo. Y en esto del
cuidar, como en otras muchas realidades, hay etapas de un proceso. En un momento de
la vida vivimos siendo cuidados sin cuidar; todo nuestro ser necesita de cuidadores que
nos atiendan y nos mantengan. Pero conforme el tiempo pasa se nos invita a cuidar de
nuestras cosas y de las personas que nos rodean. Pasamos del no cuidar al cuidar por
responsabilidad. Y es que realmente hay muchas personas que son tremendamente
responsables en eso del cuidado, pero están invitadas a dar un paso más, se les invita a
cuidar por amor. Es decir, lo que les mueve al cuidado no es una obligación ajena a los
demás, ni un interés por no devaluar la propia imagen, sino la consideración del otro. Hay
otros “tus” que merecen la consideración del cuidado. Pero ahí no para el proceso,
porque del cuidar por amor se nos invita a cuidar con amor “universal”. Es decir, ese “tú”
no es el más cercano al que me une la sangre o la amistad, sino “tú” es cada ser humano
al que me une la amistad social. Entonces, el cuidado se extiende al planeta, a los otros
desconocidos, al diferente e, incluso, al adversario.
La contemplación de la escena evangélica nos hace pensar que el cuidado tiene
sus características. La primera es que es tierno y delicado, va envuelto en la amabilidad y el respeto del que considera al otro como tierra sagrada a visitar con los pies
humildemente descalzos . El cuidado se enraíza en lo más profundo, sale de las entrañas,
es un ejercicio de auto trascendencia donde va lo mejor de nuestra persona. Y, al mismo
tiempo, tiene la capacidad de reorganizar nuestras prioridades. Es el cuidado el que
organiza nuestras horas y nuestros días. El cuidado exige el ejercicio del autocuidado, del
descuidarse atendiéndose, del dar la vida sabiendo que la ganamos. Y el cuidado
auténtico se hace hábito del corazón, forma de vida, estilo existencial. Y siempre es
concreto: es buscar un sitio para que descansen; es posponer el descanso para
dedicarse a ofrecer palabras de consuelo.