HOMILÍA EPIFANÍA DEL SEÑOR-B (6 enero 2021)
Mt 2, 1-12
Hoy es un día de los que llamamos “mágico”, de olor a infancia; donde el contemplar el ir
y venir nervioso de los niños a por sus juguetes nos conecta con experiencias de antaño donde
los protagonistas éramos nosotros. Sin entrar en juicios, sino desde una mirada amable y
acogedora, hoy el foco apunta a los más pequeños. El resto son atrezos que realzan la figura de
los que realmente ocupan el centro de la escena. El Niño, María, José, los pastores, los Magos de
Oriente son figuras decorativas que conforman el escenario de un día precioso. Y en vez de
etiquetar todo esto como falsa fruto de una sociedad secularizada, vamos a disfrutar de tanta
alegría y algarabía que acompaña al exquisito roscón de Reyes. Disfrutando de todo ello, te invito
a dar un paso más hacia la profundidad de la Epifanía del Señor.
Una parte de nuestros belenes describen gráficamente la escena que el evangelio de hoy
nos ofrece. De todas las figuras-personajes vamos a poner nuestra mirada en tres. En primer
lugar en Herodes, un enfermo de poder que mató a sus propios hijos y mujer. No nos extraña que
quisiera eliminar a Jesús. “Herodes” siempre han existido, existen y existirán. Por ejemplo,
¿cuántas guerras se habrán provocado por los “herodes” de turno donde los que morían, y
siguen muriendo, en realidad no saben por qué lo hacen? En segundo lugar nuestros ojos se
detienen en los escribas y sumos sacerdotes. Conocían tanto las Escrituras que sabían dónde
nacería el Mesías, pero no fueron. Su religiosidad les llevaba a ser sedentarios de una vida
acomodada y segura en sus saberes y ritos. No servían a Dios, sino que se servían de Él.
En clara oposición a éstos nuestro siguiente grupo de personajes: los Magos de Oriente.
Hay un deseo que los saca de ellos mismos y los convierte en buscadores. No dejan de indagar y
buscar indicios en los oráculos, en el cielo, en su propio interior. Un día encuentran uno mucho
más sutil que contundente. Y apoyándose prácticamente en nada lo dejan todo para ponerse en
marcha. Su búsqueda se hace a base de tanteos porque las certezas, como la misma estrella,
aparecen y desaparecen. Están llenos de preguntas, por eso visitan a Herodes. Y cuando
descubren al objeto de su búsqueda no se desengañan por su debilidad y pequeñez. Estaban
abiertos a otras culturas, a marchar por otras tierras y a interpretar lo pequeño como mediación
de lo Trascendente. Todo lo que viven en su interior lo expresan con su cuerpo: inmensa alegria,
caen de rodillas, lo adoran, abren sus cofres. Y vuelven a sus tierras donde viven, ya no
alumbrados por una estrella que va y viene, sino por una que alumbra de forma permanente en su
interior.
Epifanía es la fiesta de los que buscan porque antes han sido encontrados; del Dios que
se revela a todo el que lo desea. Es día donde celebramos que Dios se hace regalo universal, sólo
asequible para los que lo desean. Epifanía es la fiesta de los que renuncian al calor de su cama
para peregrinar al frío salón donde están los juguetes; de los que tienen un corazón tan inquieto
que prefieren dejar lo de siempre para ir en pos de una sed que los encamina a lo que está más
allá de ellos mismos. Epifanía es la fiesta de los que perseveran en esa búsqueda, de los que
saben caminar a oscuras, de los que consienten sentirse perdidos, de los que aguantan la
quemazón de las preguntas. Epifanía es la fiesta de los que son tan sabios que alcanzan a ver la
Presencia en lo vulgar e insignificante. Es la fiesta de los que saben vivir en adoración y
ofrecimiento.
Imaginaos un niño o una niña sentaditos en el suelo de su salón con la caja envuelta de su
regalo deseado. El juguete no tiene que venir, está dentro dispuesto a ser descubierto y
desvelado en cualquier momento. Y conforme sus manitas comienzan a arrancar torpemente el
papel que los envuelve, el objeto deseado, presente y oculto, se hace cada vez más diáfano, más
evidente. La fiesta de Epifanía es la fiesta de la Diafanía, de desvelar al Dios que se nos revela en
todo; de descubrir con ojos de niños sabios el regalo que habita tras la envoltura de los
acontecimientos de la vida.
Feliz fiesta de Epifanía, feliz fiesta de Diafanía.