... la comunidad no pertenece a los apóstoles, sino que son ellos - los apóstoles – los que pertenecen a la comunidad; pero la comunidad, toda entera, ¡pertenece a Cristo!
De esta pertenencia se deriva que en la comunidad cristiana - diócesis, parroquias, asociaciones, movimientos – las diferencias no pueden contradecir el hecho de que todos, por el Bautismo, tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios. Y esta es nuestra dignidad: ¡en Jesucristo somos hijos de Dios! Los que han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los sacramentos, no deben considerarse propietarios de poderes especiales, señores, sino puestos al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer el camino de la santidad con alegría.